(Traducido por Daniel M. Dayley)
Donald Trump es una personificación de los valores capitalistas: Él es elitista, posesivo, explotador y siempre con ganas de más. Tener varios edificios adornados con su nombre no es suficiente. El panteón presidencial es el siguiente premio que quiere devorar, tal vez con sueños de inmortalizarse en la moneda de Estados Unidos, el criterio para el valor contemporáneo. ¿Qué impulsa el apetito excesivo de Trump, un hambre que refleja el impulso del capitalismo para el crecimiento sin fin y rapaz?
El antropólogo, teórico social y ganador del premio Pulitzer Ernest Becker concibió el capitalismo como una búsqueda contemporánea del Santo Grial: la propia inmortalidad. Según Becker, para el animal humano es fácil sentirse pequeño y servil frente a la muerte. Buscamos el poder unos sobre otros y sobre el mundo más-que-humano, para compensar el sentimiento de pequeñez. Como escribió Becker en su libro final, Escape from Evil (El escape del mal), “el poder significa el poder para aumentarse a uno mismo, para cambiar la situación natural de uno desde una situación de pequeñez, de impotencia, de finitud, hasta una de grandeza, de control, de durabilidad y de importancia”.1 El dinero ofrece este poder vitalizante. Para Becker, “el dinero es el modo humano por excelencia de negar fríamente el estado de ser vinculado a lo animal y el determinismo de la naturaleza.”2
Los fantásticos esfuerzos para escapar de la finitud natural acumulando sin fin la riqueza irónicamente están socavando las condiciones ambientales para la vida moderna. A medida que la aceleración del cambio climático nos hace tambalearnos al borde del Holoceno, existe una mayor urgencia para entender las fuerzas que impulsan el capitalismo consumista, el sistema económico que ha prevalecido sobre la gran aceleración del impacto ecológico desde 1950.
Dar sentido al interés del capitalismo de tener ganas de más
Karl Marx explicó brillantemente el costo humano de la explotación y alienación capitalistas. Del mismo modo, los marxistas contemporáneos como David Harvey explican de manera servicial los efectos ecológicos del crecimiento compuesto sin fin. Pero ¿qué es lo que impulsa la búsqueda de algo más, el hambre insaciable, en el centro del capitalismo? El marxismo no ha respondido de manera suficiente esta pregunta. En su reciente libro El enigma del capital, David Harvey observa la manera en que el “ansia de oro no es nada nuevo” y que el “deseo subyacente del poder del dinero siempre ha existido.”3 Pero ¿cómo podemos explicar, y en última instancia transformar, esta hambre subyacente que encuentra su expresión contemporánea en el ánimo de lucro capitalista?
El análisis existencial de Ernest Becker del capitalismo es útil en este sentido. Para Becker, todos los sistemas económicos y las culturas son en última instancia las expresiones de nuestra relación con la mortalidad. Sobrellevamos colectivamente nuestro miedo a la muerte, y la insignificancia que aquella indica, mediante la creación de oportunidades para el “heroísmo terrenal”. Todas las culturas y los sistemas económicos, de acuerdo con Becker, se organizan en torno al suministro de posibilidades del heroísmo y la inmortalidad simbólica que este proporciona. Los héroes en las economías capitalistas están coronados con la riqueza monetaria. Como a Donald Trump le gusta pregonar: “Soy muy rico”. En otras palabras: “soy importante, no soy servil a mi animalidad, puedo vencer heroicamente la finitud”.
En los cuarenta años transcurridos desde la muerte de Becker, todo un campo de la psicología social ha surgido para poner a prueba sus teorías. La Teoría del Manejo del Terror, o TMT, ha resultado en más de 500 experimentos que han confirmado consistentemente dos hipótesis derivadas de la obra de Becker: En primer lugar, cuando se nos recuerda la mortalidad nos atamos más a nuestras preferidas visiones del mundo. En segundo lugar, llega a ser más probable que persigamos la autoestima, en la manera en que esta se define por esa visión del mundo. Por ejemplo, en uno de los primeros estudios, los participantes que se recordaban su mortalidad consumían muchos más recursos que los sujetos de control en un juego de gestión forestal, con la intención de acumular ganancias y superar a los competidores. El recordatorio de la muerte aparentemente aumentó la adhesión a una visión del mundo capitalista por parte de los participantes.
La inseguridad económica, la inmortalidad simbólica, y tasas de mortalidad
Millones de estadounidenses están viviendo una profunda inseguridad económica. La supresión de los salarios y la externalización de puestos de trabajo, perseguidas agresivamente como estrategias de acumulación de capital en los últimos cuarenta años, son en gran medida responsables. La precariedad económica vivida por la fuerza laboral estadounidense está ayudando a impulsar el entusiasmo popular por Bernie Sanders y su socialismo democrático. Pero también está llevando a millones a fortalecer su empeño con respecto a una visión del mundo capitalista, y a gravitar hacia Trump. Donald Trump es un héroe capitalista. Incluso se puede comprar una figura de acción a su semejanza. Alinearse con él proporciona sentimientos de victoria por asociación: “¡Él hará nuestro país grande otra vez!”
Noam Chomksy presentó recientemente una explicación existencial para el apoyo de Trump, especialmente entre los hombres blancos de clase trabajadora que están impulsando su ascenso. Las tasas de mortalidad entre esta circunscripción son considerablemente más altas que el promedio nacional. Las causas de mortalidad también son únicas. En lugar de las dolencias más comunes como las enfermedades cardíacas y la diabetes, una epidemia de suicidios, sobredosis de drogas, y la enfermedad del hígado causada por el abuso del alcohol son las culpables. Para Chomsky, Trump “apela a los profundos sentimientos de ira, miedo, frustración y desesperanza, probablemente entre los sectores como los que están viendo un aumento de la mortalidad, algo inaudito aparte de la guerra y la catástrofe”.
Los hombres blancos de clase trabajadora se están sintiendo particularmente impotentes, ya que están perdiendo poco a poco los privilegios raciales y de género que históricamente han suavizado el golpe de la marginación económica. La supremacía y el patriarcado de los blancos quedan asquerosamente robustos, pero los movimientos por la justicia racial y de género han interferido con los “salarios” materiales y psicológicos de la hombría blanca. Cuando Donald Trump pronuncia discursos de campaña en cuanto a volver a hacer América “grande”, lo que hace es prometer un retorno a los privilegios raciales y de género como estándar de oro, mientras vende falsas esperanzas de riqueza material.
En un artículo de Salon reciente que aplica Becker y TMT a los éxitos electorales de Trump, Chauncey DeVega sostiene que “Trump le está comunicando y mostrando una fuerte ‘fuerza vital’ —y esto está estrechamente ligado también a las cuestiones de virilidad y masculinidad— a un pueblo que está inundado de ansiedades sobre la muerte, la debilidad, la impotencia y la pérdida”.
Trump es un superhéroe del capitalismo, del patriarcado y de la supremacía blanca. Se podría decir que los tres sistemas tienen sus raíces en el miedo a la muerte; le ofrecen a un grupo selecto sentimientos de fuerza y superioridad que ayudan a proteger contra el sentido de pequeñez e insignificancia que la muerte puede engendrar (y que la inseguridad económica puede intensificar).
Becker no es el único pensador para conectar el temor de morir con los deseos compensatorios de dominio. En su libro clásico, La próxima vez el fuego, James Baldwin se pregunta si “toda la raíz de nuestro problema, el problema humano, es que vamos a sacrificar toda la belleza de nuestras vidas, vamos a encarcelarnos a nosotros mismos en tótems, tabúes, cruces, sacrificios de sangre, campanarios, mezquitas, razas, ejércitos, banderas y naciones, con el fin de negar el hecho de la muerte. “4 Encontramos una conexión similar entre la duda existencial y el dominio terrenal en la filosofía budista. En su reciente libro, The Shambhala Principle (El principio Shambhala), el maestro budista Sakyong Mipham sostiene que “cuando nos sentimos inadecuados, consumimos con rapacidad el mundo que nos rodea.”5
¿Qué es lo que se debe hacer?
¿Dónde nos dejan políticamente una explicación existencial de la búsqueda de beneficios capitalista en general, y los éxitos de Trump en particular? Para Ernest Becker, la solución consistía en desarrollar sistemas alternativos de héroe que permitían que la gente experimentara distinción, sin dejar de promover la equidad relativa. Él admiraba las economías de regalo indígenas, por ejemplo, donde se obtiene el prestigio regalando la riqueza, no acumulándola.
Sin embargo, una deficiencia en la obra de Becker era su incapacidad para explicar por qué algunas culturas podían negociar la ansiedad existencial con más gracia que otras—por qué algunas desarrollaban sistemas de héroe competitivos y explotadores como el capitalismo, mientras que otras labraban sistemas más regenerativos de intercambio como el potlatch.
Una respuesta posible es que la realidad de la muerte es más viable que Becker reconocía. Insistió en que necesitáramos la inmortalidad simbólica para hacer frente al terror existencial. Para Becker, “el mundo real es simplemente demasiado terrible como para admitirlo; este mundo le dice al hombre que él es un animal pequeño que tiembla y que va a decaer y morir. La ilusión lo cambia todo esto y hace que el hombre parezca importante, vital para el universo e inmortal de alguna manera”.6
Pero, ¿qué ocurre si las economías de regalo no son ilusorias, sino que son interpretaciones saludables de la riqueza terrenal que hace posible la vida humana?¿Y si la muerte misma es un símbolo de la generosidad de la vida? Como observó una vez el filósofo Georges Bataille, la muerte “constantemente deja el espacio necesario para la llegada del recién nacido, y estamos equivocados cuando maldecimos aquella sin la cual no existiríamos.”7
Becker tiene toda la razón al decir que la realidad de la impermanencia nos puede hacer a nosotros los humanos que nos sentamos desvalorizados y hambrientos de poder compensatorio. Pero tal vez nuestra situación fundamental es menos terrible de lo que él pensaba. ¿Podría ser posible transformar el miedo existencial en el agradecimiento por nuestras vidas preciosas (que son aún más preciosas, ya que son temporales)?
Becker interpretaba el ritual y la ceremonia como medios para alcanzar la inmortalidad simbólica, para obtener el control imaginado sobre “el deterioro material y la muerte.”8 Pero ¿qué ocurre si el ritual, la ceremonia y la meditación son, en cambio, tecnologías vitales que han permitido históricamente que algunas culturas se hagan amigas de la muerte y la impermanencia? ¿Y, podría esta relación más positiva con lo real existencial ser una razón clave por la que algunas culturas han tenido más éxito en la búsqueda de la equidad relativa? Si nuestras vidas terrenales nos resultan básicamente ricas, entonces no debemos tener nada que compensar.
“Para el guerrero de verdad no hay guerra”, insiste el maestro budista tibetano Chögyam Trungpa. “Cuando se es omnivictorioso, no hay nada que conquistar, no hay problemas ni obstáculos fundamentales para superar. Esta actitud no se basa particularmente en suprimir ni en pensar por alto la negatividad. Al contrario, al mirar hacia atrás y remontar toda nuestra vida … no encontraremos ningún problema fundamental”.9 Para Trungpa y otros maestros budistas, la meditación es una forma clave de experimentar nuestra “bondad fundamental”, una bondad que incluye la impermanencia. Si cultivamos la valoración de nuestra existencia terrenal, somos más propensos a acercarnos al mundo con generosidad, en lugar de un hambre de control.
Si un miedo cultural a la muerte está en el centro de los sistemas dominadores como el capitalismo, la supremacía blanca y el patriarcado, entonces necesitamos estrategias políticas que pueden transformar este miedo existencial. De repente las prácticas aparentemente apolíticas como el ritual, la ceremonia, la meditación y el yoga pueden asumir una nueva importancia política.
Dada la fuerza material de un sistema como el capitalismo, y de personalidades como Trump que encarnan sus valores, sería ingenuo pensar que las explicaciones más positivas de la realidad terrenal —y las prácticas para encarnarlas— vencerán por sí mismas la injusticia sistémica. Si bien los sistemas de enclavamiento del capitalismo, del hetero-patriarcado y de la supremacía blanca pueden tener raíces comunes en el miedo existencial, cada uno tiene su propia lógica que necesita enfocarse directamente a través de la soberanía indígena, la acción directa, la acción del Estado, la organización comunitaria y a través de la creación de economías alternativas.
Pero la comprensión de que impulsores existenciales están escondidos por debajo de los sistemas dominadores —alimentándolos sin fin— debería animarnos a empezar a integrar la “micropolítica” como el ritual y la meditación en nuestros movimientos sociales. Para transformar fundamentalmente el capitalismo hay que transformar el miedo existencial que lo alimenta.
Toda la energía es la energía solar
Según Becker, la inspiración original para la forma redonda de monedas de oro era el sol que da vida. Controlar la moneda era poseer el poder elemental. Donald Trump, quien ya cuenta con un montón de dinero, quiere ser incluso más inmortalizado como uno de los héroes acuñados en billetes y monedas. Ser presidente es convertirse posiblemente en el dinero encarnado; no sólo tener valor, sino que ser el valor mismo. El vuelo de Ícaro de Trump revela el miedo, el hambre y la inseguridad más que la fuerza. Se espera que la protesta continuada derrita sus alas.
La riqueza y el poder verdaderos se encuentran en los colectivos de personas que trabajan en conjunto para irradiar la justicia y la igualdad. El logro de una justicia duradera significa, paradójicamente, la aceptación de que ninguno de nosotros va a durar para siempre. Incluso los días del sol están contados. La impermanencia está entretejida en la estructura de la vida terrenal. Afirmar la muerte es amar la vida en toda su riqueza.
James K. Rowe es profesor adjunto de estudios ambientales y del pensamiento cultural, social y político en la Universidad de Victoria. Está escribiendo un libro sobre los efectos políticos del resentimiento existencial.
Ilustración por Alicia Brown
- Ernest Becker, Escape from Evil (New York: Free Press, 1975), p. 81. ↩
- Ibid., P. 82. ↩
- David Harvey, The Enigma of Capital: And the Crises of Capitalism (New York: Oxford, 2010), p. 44; El enigma del capital y la crisis del capitalismo, publicado en castellano por el editorial Akal, Madrid, 2012. ↩
- James Baldwin, The Fire Next Time (New York: Vintage, 1993), p. 92; La próxima vez el fuego, publicado en castellano por el editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1964. ↩
- Sakyong Mipham, The Shambhala Principle (New York: Harmony, 2013), p. 108. ↩
- Ernest Becker, The Denial of Death (New York: Free Press, 1973), p. 33; La negación de la muerte, publicado en castellano por el editorial Kairós, Barcelona, 2003 ↩
- Georges Bataille, The Accursed Share: Volume I (New York: Zone Books, 1988), p. 34; La parte maldita: Volumen I, publicado en castellano por el editorial Icaria, Barcelona, 1987. ↩
- Ernest Becker, Escape from Evil (New York, Free Press: 1975), p. 81. ↩
- Chögyam Trungpa, The Collected Works of Chogyam Trungpa: Volume 8 (Boston: Shambhala, 2004), p. 49; también se puede encontrar el pasaje en Shambhala: La senda sagrada del guerrero, publicado en castellano por el editorial Kairós, Barcelona, 2004, p. 75 ↩